Escribir un cuento con las palabras policía, enfermera y mensajero.
El género es libre, así como el número de personajes.
Reto adicional:
La escena o historia puede transcurrir en un lugar cualquiera de una gran urbe.
El número máximo de palabras es de 1000
🗓 Fecha límite de entrega: 28 de abril.
¡Manos a la obra! El mundo necesita tus palabras.
envía tu texto a:
cristobaleh@hotmail.com
CRISIS
Los Ramírez tenían una hija que soñaba con seguir los pasos de su madre y apuntarse, de mayor, en la misma escuela de enfermería; pero pronto se dieron cuenta en casa de que la niña nunca podría ser una buena enfermera: no es que le diera miedo la sangre o alguna herida infectada, más bien parecía sentir asco. Era obvio que no tenía paciencia incluso cuando jugaba con sus primos y todos “caían en cama víctimas de alguna epidemia desconocida”. Al oírlos jugar, su mamá le decía: “Ay, Bertita, si fuera de verdad ya todos se te hubieran muerto; no, hija, no les grites ni te enojes, una enfermera debe ser más humilde y servicial”.
Ella no
quería ser humilde ni servir a nadie, lo que deseaba era destacar. Y ya lo
hacía en casa, donde su madre siempre acababa cediendo en lo posible y su padre
prefería desaparecer cada vez que a su única hija se le ocurría pedir algún
imposible.
Así fue
creciendo. A los diecisiete años se le había pasado por completo el amor por la
enfermería, pero seguía sintiéndose atraída por los uniformes. Un día, sin
avisar a nadie, decidió asistir a un curso de orientación vocacional que
organizaba la policía de la ciudad. Allí les informaron que cualquier ciudadano
con estudios de bachillerato podía presentar su solicitud, siempre y cuando
cumpliera con los demás requisitos exigidos, entonces se enteró de que su
estatura no llegaba al mínimo indispensable para aspirar a formarse como mujer
policía.
El drama en
casa fue inmenso, su madre intentó consolarla, le dijo que aún tenía tiempo,
incluso para crecer algunos centímetros, y si no fuera así, pues había otras
profesiones. Por su parte, el señor Ramírez, soportó sus berridos una hora y finalmente
dijo que tenía que hacer un viaje de negocios urgente, que lo esperaban esa
misma noche en Saltillo y también tenía que visitar las sucursales de Monterrey,
Matamoros y Tepic, que seguramente estaría fuera unos diez días.
A su regreso
la familia lo recibió con la sorpresa de que Berta había abandonado los
estudios y estaba en un retiro espiritual pensando seriamente en seguir los
pasos de alguna ilustre misionera. El señor Ramírez no pudo ocultar la
contrariedad que sentía, ya que a su hija le faltaba solo un semestre para
acabar el bachillerato, incluso estuvo tentado de emprender otro viaje, pero
decidió esperar a que volviera su hija, “alias madre Teresa”, y prometió que se
haría devoto del santo que le hiciera el milagro de apaciguarla.
No fue un
santo, fue un simple mensajero al que ella conoció en la comunidad donde se había
organizado el retiro espiritual de ese año. El muchacho se llamaba Agustín, era
de familia humilde y trabajaba en una empresa de mensajería, una de esas de
nombre internacional; el empleo le permitía ayudar un poco a sus padres y hermanos
y pagarse los estudios. Estudiaba para Químico Farmacéutico en un instituto de
la ciudad y había logrado convencer a Berta de que no era justo que
desaprovechara la oportunidad que tenía: después de terminar el bachillerato,
le había dicho, podría escoger entre muchas carreras técnicas bastante cortas,
si no tenía ganas de matarse estudiando.
De lo que
Berta tenía ganas era de convertirse en alguien que sobresaliera en su ámbito,
pero no se lo dijo a Agustín, tal vez por miedo a que reaccionara como su
padre. Agustín fue su novio y su gurú durante esos meses, pero el día de su
graduación no pudo acompañarla porque tenía que trabajar y ella sintió que en
realidad no era tan importante para él.
Ya hace un
año que Berta trabaja en una fábrica de automóviles. Maneja un pequeño autobús
en el que transporta a los ejecutivos de la empresa, casi todos extranjeros.
Bertita, como ellos la llaman, destaca por su impecabilidad en el vestir y sus
buenos modales. A sus padres los ve muy poco.
HG
En una fiesta
El antro estaba lleno de gente. Dos pisos de puros vampiros, héroes de Marvel, monjas disolutas y brujas de toda clase. Sofía miró a su alrededor y vio a Toño llamándola con la mano. A duras penas logró abrirse paso entre las personas que bailaban alegremente. Se acercó a la barra y saludó a sus amigos.
—No es muy
original —comentó el hombre, mirando a Sofía de arriba abajo.
Ella
se encogió de hombros. Toño estaba vestido con un traje de marinero americano; Anita
y Fred pretendían ser Harley Quinn y el Joker.
Sofía se alisó
el uniforme verde, se ajustó la placa médica en el pecho y se puso la cofia de
enfermera.
—Acabo de
salir de mi turno, así que no tuve tiempo de cambiarme… ¿Qué vamos a tomar? —preguntó
la muchacha para desviar la conversación.
Los amigos
pidieron cuatro mojitos, chocaron sus vasos ruidosamente para celebrar el
encuentro y bebieron varios tragos grandes.
Un par de
minutos después, un tipo desconocido se acercó al grupo. Sonrió ampliamente y,
diciendo “para la enfermerita más linda de este bar”, le entregó a Sofía un
trozo de papel.
—¿Qué es esto?
—preguntó la chica con tono de disgusto.
—¡No maten al
mensajero! —se rio el tipo levantando las manos—. Esto es de mi amigo, ahí
está...
Ella miró en
la dirección que señalaba el mensajero. Allí, con los pies separados al ancho
de los hombros y las manos en las caderas, estaba un joven de baja estatura
vestido con un traje de policía. Al ver que Sofía lo miraba, bajó sus lentes
hasta la punta de la nariz, acarició la pistola falsa que colgaba en su cintura
y le lanzó una mirada borracha.
—Lo que me
faltaba —suspiró Sofía.
Desdobló el
papel y leyó el mensaje garabateado: “Apenas te vi, mi corazón se paró un par
de segundos, la cabeza me dio vueltas, me flaquearon las piernas y casi perdí
el conocimiento. ¿Crees en el amor a primera vista? Yo sí, después de
encontrarte…”.
Sin pensarlo
dos veces, Sofía sacó un bolígrafo de su bolsa y, apoyándose en la barra,
escribió una respuesta: “Joven, me temo que ha descrito los síntomas de una
arritmia. Le aconsejo que consulte a un cardiólogo lo antes posible y que
también se haga un electrocardiograma, una ecografía y una ecocardiografía. Los
problemas cardíacos no son broma”.
La muchacha le
pasó la respuesta al mensajero y acabó su mojito de una vez. Luego pidió el
otro.
María
La entrega fallida
Pasaron cinco minutos, le había dado tiempo de ver la decoración de la
fachada que tenía un nombre con letras doradas y una pequeña estatua de un dios
egipcio con cuerpo de hombre y cabeza de halcón. La puerta de madera era muy
gruesa y estaba un poco vieja. De pie y con el sobre en las manos se sentía
desamparado. La gente pasaba a su lado y tuvo que pararse junto a su bicicleta
para evitar que lo empujaran o le echaran miradas de pistola por estorbar.
De pronto le surgió la duda. “¿Y si no sale?”—se dijo con temor—. Una voz en
su interior le dijo que no había por qué preocuparse, que ya saldría y le daría
los cien verdes, que podría comprarle un regalo a Paquita y la podría invitar a
tomar un café y después…, bueno, después ya se vería más claro. Cogió su
buscapersonas y miró si había algún mensaje. No había nada. Por un instante se
sintió suspendido en un espacio desconocido en el que la realidad era una
ilusión y se distorsionaban las cosas. Esa alteración cuántico física o físico
cuántica lo condujo de nuevo a la puerta. Esta vez no tocó el timbre, sino que
empujó con fuerza. Para su asombro cedió. Se abrió de par en par, entonces miró
con curiosidad y sus pasos lo condujeron al interior. Estaba oscuro un poco.
Decidió seguir hasta lo que parecía un despacho. Preguntó si había alguien,
pero solo le respondió el silencio.
¡Qué raro! —se dijo a sí mismo mirando con curiosidad—. Son las once de la
mañana. Ya debería haber alguien aquí. Pero aquí hay más barullo que en una
catacumba. Se oyeron unos pasos detrás. Se volvió y se encontró con un policía
que le apuntaba amenazándolo.
—¿Qué hace aquí? !Arriba las manos!
—¡No dispare, por favor!!Solo he venido a dejar este sobre! —dijo agitando
el sobre amarillo que sostenía con la mano izquierda.
El oficial, acompañado de un detective le indicó que no se moviera de donde
estaba. El obedeció. Abrieron una puerta y salió un olor muy desagradable,
intenso y putrefacto. De pronto, se le nubló la vista y perdió el conocimiento.
Despertó en un hospital. Recuperó la conciencia y empezó a buscar el sobre
amarillo, pero no estaba. Al lado una enfermera lo miraba con atención.
—¿Dónde estoy?
—No se preocupe. Lo han traído hace una hora y le hemos administrado un
calmante.
—Pero, ¿qué ha pasado? ¿qué me sucedió?
—No lo sé, se lo juro. No puedo decirle nada porque cuando empezó mi turno usted
ya estaba aquí.
En unas horas lo dieron de alta y regresó a la oficina de reparto de
paquetería para ver si debía hacer alguna entrega más. Lo recibió Arturo con
una sonrisa.
—Orales, mi chavo, ¿qué te pasó, mi buen?
—La neta no lo sé, guey. La verdad, me desconecté allí en la tienda de antigüedades
y luego aparecí en un hospital.
No había entregas pendientes y el jefe le dijo que se fuera a descansar,
que podía regresar al día siguiente si se sentía con fuerzas para trabajar.
Eran las seis de la tarde cuando llegó a su casa. Se preparó unos huevos
con salchichas y frijoles. Comió con avidez y al terminarse el café lo
comenzaron a asaltar las preguntas. Era como si después del desmayo la
distancia entre su yo interno y él, se hubiera agrandado mucho. Su voz le
sonaba menos grave, era menos vibrante y las palabras no se entendían muy bien.
“¿Qué me está pasando? ¿Qué carajos pasó en ese maldito anticuario? Ni me
dieron la lana, perdí el sobre y me desmayé como un marica.
Con bastante dificultad concilió el sueño y al día siguiente se despertó tarde.
Se duchó y decidió ir a ver a Paquita. Sabía que no la podría invitar el fin de
semana a cenar a algún sitio por los desvanecidos cien dólares. ”Me lleva la chingada…Sí
me hubieran dado la lana habría podido invitarla a cenar y luego la habría
convencido, estoy seguro que habría aceptado, pero y ¿ahora qué? Pues,
apechugar, mi cuate”.
Llegó a la cafetería en la que trabajaba Francisca. Ella estaba atendiendo
una mesa cuando el entró. Sus ojos se centraron sin querer en sus caderas y
suspiró. Tomó asiento en una de las mesas de la entrada. Unos minutos después
ella le preguntó si ya se había enterado de lo del Harry Rich.
—Pues, la verdad, no sé nada. No he oído las noticias desde ayer.
—Pues, no lo vas a creer, pero ese presentador que ya lo ves tan sonriente
y amable en sus programas, resultó ser un criminal. Mira, ya van a empezar las
noticias. ¡Ojo!
Francisca le dio la espalda, él solo la miró ilusionado, pero luego levantó
la mirada y vio a la presentadora de la cadena CNN. Mostraron el anticuario con
su dios egipcio y su puerta vieja, luego un reportero comenzó a dar los
pormenores de los asesinatos que se habían perpetrado en ese local.
JC
9 comentarios:
Hola, JC.
Gracias por compartir tu cuento. En general me ha gustado la historia policíaca que has escrito para este reto, no obstante creo que se han quedado algunos cabos sueltos.
Si lo he entendido bien, parece que el Harry era un asesino a sueldo, aunque a lo mejor también lo hacía por gusto. No está claro qué cadáver o cadáveres se estaban pudriendo en la tienda de antigüedades, por qué no se deshizo de ellos el asesino, tal vez se dedicaba a "crear" momias que vendía como antigüedades, pero eso ya me lo estoy inventando yo debido a tu alusión a Horus :))
Otras dudas: ¿por qué la policía no le abrió la puerta al mensajero?; si lo que quería era atrapar a los cómplices, ¿por qué no lo detuvieron? Bueno, si el sobre llevaba dinero, seguramente prefirieron quedárselo y hacer de cuenta que no vieron a ningún mensajero. También nos insinúas que algo le pasó al personaje, que de pronto se encuentra en otro espacio, un espacio alterado, y que luego de su aventura se siente otro, distinto, pero lo dejas en simples sensaciones. Y volviendo al personaje del asesino, no me queda claro si lo atraparon o no, ya que un fugitivo también puede aparecer en las noticias. A lo mejor hay que continuar la historia para redondearla ;)
Sin ánimo de molestar, te comento que se te han pasado algunos detalles: la diéresis en la u de "güey", cerrar comillas en una de las citas de los pensamientos del personaje, separar de la palabra anterior algunos guiones que introducen una aclaración, algún espacio entre las frases o un signo de admiración que cierra en lugar del de apertura. En fin, detallitos.
Saludos y nuevamente gracias por compartirlo.
Hola, Hilda, gracias por comentar el cuento. Resulta que oí algo sobre la historia de Rich Harrison que era un popular presentador de programas de antigüedades, tenía una colección de momias, efectivamente, eran las personas que había eliminado durante su vida de asesino serial. El que no le abrieran la puerta al mensajero puede ser un poco extraña y habría que mencionar que cuando llegó a hacer la entrega, la policía se había llevado al criminal y el detective y el otro poli llegaron para hacer más pesquisas. Bueno, se podría arreglar de alguna forma. Gracias por tu paciencia lectora. Saludos.
Hola, Juan Cristóbal. Me gustó tu historia. Nunca había oído hablar de Rich Harrison y me pareció muy curioso lo que comentaste. Pero me sorprende que los personajes del cuento estén tan poco dispuestos a chismear: ni a la enfermera ni al dueño de la paquetería les interesa qué pasó con el protagonista :)
Hola, María, en efecto. Es como si le hubieran reservado el momento para cuando se encontrara con Francisca y él le pudiera confesar lo feliz que era al haberse salvado de un posible asesinato. Jajaja.
Hola. Lo importante es que ya se te va ocurriendo cómo arreglarlo :) Saludos
Hola, María. Me ha gustado cómo has introducido las palabras del reto. El cuento está muy bien escrito, aunque la verdad, con tanto vampiro por ahí rondando, esperaba un final más fuerte :D Gracias por compartirlo.
Gracias por el comentario, Hilda. Por desgracia la vida es así: los vampiros no siempre son personajes enigmáticos y sobrenaturales, más a menudo son solo unos borrachos disfrazados :D Saludos.
Hola, Hilda. Me di cuenta que has puesto el texto solo por tu comentario :D
Me gustó el cuento, pero para mí las historias así siempre son contradictorias. Por una parte, me da pena la chica porque es joven y tiene muchos problemas e inseguridades, por otra parte, también me dan pena los padres porque la apoyan, puede ser que no tan como a ella le gustaría, pero sí lo hacen a su manera, y lo único que reciben de ella son los berrinches y el rechazo. E igual es muy triste que no hablan, no sé si por decisión de ella, o es que ellos no aceptan su oficio. En fin, voy a esperar que todo se arregle en su familia :D Saludos.
Hola, María. Muchas gracias por el comentario. Aquí sí que podría decir que mi intención era mostrar que la chica tiene muchas inseguridades y que aunque los padres intentan apoyarla, resulta contraproducente, tal vez por la sobreprotección de la madre y el hecho de que el padre, con su ejemplo, no le muestre la manera de enfrentarse a sus miedos. En cuanto al final, la idea era precisamente que por decisión de la chica no se hablan. Pero quizás eso cambie cuando ella madure un poco más o cuando los padres descubran una mejor manera de comunicarse con su hija. Obviamente, eso ya está fuera del texto escrito :D Saludos
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