sábado, 7 de junio de 2025

Reto 6

 

Escribir un cuento policiaco con la trama de alguna novela que no sea de ese género. Por ejemplo: Madame Bovary, Ana Karenina, etc.

Número de palabras: 1000
Fecha límite de entrega: 25 de junio.
!Manos a la obra! !El mundo necesita tus palabras!

Envía tu texto a:

cristobaleh@hotmail.com



Un final feliz

 

            El primero en percatarse de la desaparición de la vieja fue su hijo. El hombre había llegado a Moscú desde San Petersburgo de vacaciones y se sorprendió mucho de que su madre no lo hubiera recibido. Tampoco había nada preparado para su llegada en la casa —la cama no estaba hecha, la cena no estaba servida— y además la mujer no se encontraba por ningún lado.

            Sin haber descansado después del viaje, corrió a preguntarle a los sirvientes, pero no sabían nada. Al hijo le parecía increíble que su madre, rodeada de tanta servidumbre, pudiera desaparecer sin que nadie lo notara. Se indignaba, gritaba y se enfurecía cada vez que preguntaba por ella, pero los trabajadores no le dieron ninguna respuesta clara. Entonces dio la voz de alarma y acudió la policía de inmediato.

            Un cuarto de hora después, un agente de policía, acompañado del hijo de la desaparecida, se presentó en la casa gris de columnas blancas, entresuelo y balcón algo torcido. Para entonces, toda la servidumbre se había reunido en el patio: eran nada más y nada menos que veinte personas, y quizá hasta treinta. El hombre corpulento, de bigote frondoso y ligeramente canoso, al ver la cantidad de trabajo que le esperaba, se alisó con solemnidad su uniforme de tela azul oscuro, carraspeó ruidosamente y empezó a indagar lo que había pasado. Lo hacía de manera expresiva y con un sistema especial, interrogando a cada uno por separado, sin embargo, aun así, no obtuvo nada útil de los sirvientes. Era como si todos se hubieran confabulado: no habían visto nada, no sabían nada, no podían decir nada.

—¡Así no funcionan las cosas! —gritó furioso—. ¡Si no me dicen ahora mismo qué pasó aquí, los mandaré a todos a la kátorga!

El hijo de la dueña, poseído por la intranquilidad, cambiaba de un pie al otro cada segundo. Los mujiks se mantenían con rostros abatidos, y las mujeres comenzaron a lloriquear desagradablemente y a sonarse la nariz con estruendo.

—Les vuelvo a preguntar, ¿cuándo fue la última vez que vieron a la señora? ¡Respóndanme rápido, malditos!

Resultó que desde la última vez había pasado mucho tiempo. Algunos la habían visto hacía unos días, otros, hacía una semana. Los cocheros, costureras y carpinteros la saludaron, según dicen, el martes pasado. Las cocineras y las camareras, asustadas por la kátorga, empezaron a echarse la culpa unas a otras: resultó que llevaban cuatro días sin cocinar para la señora ni llevarle té a sus habitaciones.

—Y yo que creía que le servía Man'ka, y yo que Nyurka —chillaron al unísono—. Ay, Dios mío, ¡somos tantas! ¿Cómo se puede saber a quién le toca cocinar hoy y a quién traerle la comida...?

Hasta las damas de compañía, las fieles amigas de la señora, la asistieron por última vez hacía tres días.

—No nos llamaba, y nosotras tampoco íbamos —cloquearon, santiguándose sin parar—. Y nosotras tranquilamente ocupadas en nuestras cositas... ¡Dios santo!

—¿Y quién cuida la casa? ¿Quién es el mayordomo?

Gavrila se acercó al policía y, con voz ofendida, incluso enfadada, como si lo hubieran metido en este caso sin motivo, le contó al guardián del orden que había visto a la señora el día anterior o hacía dos días.

—En realidad, ayer fue mi merecido día libre y me pasé todo el día bebiendo vodka en la taberna, así que no puedo decirlo con toda seguridad...

—¡Imbécil! ¡Y te haces llamar mayordomo! —rugió el policía—. ¡Es increíble!...

—¡Es indignante! —repitió el hijo de la dueña.

—¡A menudo le duele la cabeza! ¡Jaritón le da algunas gotitas, y ella duerme todo el día! ¿Cómo iba a saber que esta vez todo sería diferente y que desaparecería? —chilló Gavrila.

—¡No le he dado nada! Ni siquiera la he visitado, hará cinco días como mínimo… —gritó el galeno asustado.

—¿Y quién vigila la casa por la noche?

—Guerásim, Guerásim, es el portero Guerásim... —se oyó un murmullo.

La servidumbre se apartó rápidamente y el agente de policía vio a un hombre de complexión hercúlea sentado junto a un barril de agua; estaba pensando en algo sin siquiera poner atención a lo que sucedía a su alrededor. Como todos los sordomudos, Guerásim era extremadamente retraído y su mirada siempre estaba vuelta hacia dentro, pero ahora, y esto era una novedad, su rostro parecía sereno e incluso alegre. Parecía muy contento y hasta sonreía. Hacía mucho tiempo que no lo veían así, probablemente desde aquel año en que cortejaba a Tatiana.

—¿De qué te ríes? ¡Respóndeme rápido! ¿Qué pasó por la noche? ¿Vino alguien? ¿O quizás la señora se fue sola? —gruñó el policía con voz furiosa.

Guerásim lo miró con ojos desconcertados.

—¡Respóndeme! ¡Ya!

—Pero es... es que... es sordo —Gavrila intervino en el interrogatorio—. Simplemente no lo entiende.

El mayordomo se acercó a Guerásim y le explicó con señas lo que le preguntaba el policía. Guerásim puso cara de atención, “escuchó” a Gavrila con interés y luego negó con la cabeza, como diciendo “no sé nada”, y volvió a sonreír.

—¡Maldito sea, un demente!... —el policía retorció su bigote nerviosamente y luego informó al hijo de la dueña que el asunto era serio y que debían llamar al comisario. El hombre asintió y salieron corriendo a la calle.

Poco a poco, la servidumbre se dispersó a por los rincones para comentar lo sucedido y chismear entre ellos. Solo Guerásim permaneció en el patio. Seguía sentado cerca del barril, sonriendo con satisfacción. Mumú yacía a sus pies. Mordisqueaba un hueso con gusto, sujetándolo con cuidado entre sus patas delanteras. De vez en cuando, miraba a Guerásim con cariño y gratitud, y se lamía los labios con alegría. De lejos, podría parecer que el hueso que mordía Mumú se parecía mucho a un dedo humano, pero como dicen en Rusia: cuando algo parece lo que sospechas, hay que persignarse.

                                                                         María


El caso Samsa

El inspector Gerard Gire llegó al baldío donde se encontraba el cuerpo de un joven semidesnudo. El cuerpo llevaba tres días a la intemperie y, por la actividad continua de las moscas y el fuerte calor de esa estación del año, estaba muy descompuesto. Gilbert le comentó al inspector que ya se sabía el nombre del muerto. El inspector analizó la herida que el cadáver tenía en la espalda y le comentó a su ayudante que la puñalada bien habría podido ser asestada con una daga de mango de madera con horquilla de manzana como las que portaban los empleados de las empresas navieras, sin embargo, el asesino no había tenido la suficiente fuerza para asestar el golpe hasta el corazón y aquel desgraciado había fallecido más por la inanición y la pérdida de sangre.

—¿Qué se sabe de la familia del muerto, querido Gilbert? —preguntó el inspector cuando su ayudante recibía unas notas del jefe de la policía, Gabriel Genere.

—Pues, que la hermana del fallecido es una joven guapa que ha llegado a la mayoría de edad, que la madre es ama de casa y el padre es un hombre desempleado que se la pasa refunfuñando.

—Muy bien, querido Gilbert, tendremos que ver si alguno de ellos tenía algún motivo para deshacerse de este pobre hombre.

—Sí, inspector. Según palabras del jefe de la policía, las últimas dos semanas acontecieron cosas raras en la casa de los familiares de este hombre.

Cuando el inspector y Gilbert llegaron a la modesta casa del finado, se asombraron de que estuvieran tan relajados y que la madre mostrara una congoja falsa.

—¿Podría decirme cuándo abandonó la casa su hijo, señora Gisele? —Preguntó Gerard Gire

—Sí, inspector. Mi hijo desapareció hace tres días y medio.

—¿Cuándo lo vio por última vez?

—La noche del martes…No, creo que fue el miércoles por la mañana. Es que le hablé, llevaba casi un mes encerrado en su habitación, ¿sabe? Y nos guiábamos por los ruidos de insecto que emitía, sin embargo, no puedo asegurar que estuviera, ya que los ruidos que oí no eran o no me parecieron de él.

El inspector se volvió hacia Grete y le preguntó lo mismo. Ella dijo que tampoco había oído ruidos en la habitación el miércoles por la mañana. El padre, muy reacio dijo que el había dado por muerto a su hijo y que se alegraba de que ya no representara una carga. “Suficientes problemas tengo ya buscando el sustento para la familia como para ocuparme de ese zángano”.

El inspector preguntó si alguien más había visto a Gregorio antes de su desaparición y la respuesta fue que solo la asistenta, que iba a ayudar en las labores domésticas los miércoles lo había oído.

La señora Geneviéve era muy delgada y baja, pero conservaba su cuerpo fuerte, aunque era bastante mayor, aparentaba menos años. Tenía un rostro severo y el pelo abundante y blanco. Su voz era áspera y sus modales muy vulgares.

—Usted entró a su habitación esa mañana, ¿verdad?

—Claro que entré, ¿cree acaso que ese pedazo de bicho me lo iba a impedir?

—Y ¿en qué condición estaba?

—¡Encuerado como siempre! ¡No se ponía más que los calzoncillos, el muy imbécil! Que estaba harto, decía. Que la sociedad era corrupta y que jamás permitiría que su hermana se casara con el señor Gustave Gamier.

—¿Quién es el señor Gamier? — preguntó el inspector mirando a la familia.

—Es el jefe de Gregorio…—dijo titubeando la madre.

—¿Ah, sí? Y… ¿Está enamorado de su hija?

—Sí, señor inspector. El mes pasado vino para pedirnos su mano, sin embargo…

—Sin embargo, ¿qué?

—Pues, que Gregorio se opuso rotundamente. Dejó de ir a la oficina, rechazó el ascenso que le ofrecieron y nos dejó en ridículo y en la vil pobreza. Le rogué, le imploré que recapacitara, pero fue imposible y ahora, ahora ya ve.

—Bien señora, gracias por la información. Creo que mi ayudante y yo debemos retirarnos para hacer unas cuantas pesquisas. Volveremos cuando hayamos aclarado algo. Que tengan un buen día.

Al salir el inspector le preguntó a Gilbert si sospechaba de alguien.

—Creo, inspector, que el padre está descartado porque, a pesar de ser refunfuñón es un perro que ladra y no muerde. La madre no lo haría ni de broma. Tal vez, la señora Geneviéve, pero es demasiado baja para haber asestado el golpe con la daga. Gregorio es demasiado alto para ella, habría tenido que saltar para acuchillarlo y la herida parece hecha de arriba abajo. Tuvo que ser una persona más alta. Tal vez alguien como Grete.

—En efecto, querido Gilbert, tiene un móvil. Ella seguramente es consciente de su situación familiar, es posible que haya estado ensombrecida por su hermano toda la vida y, al cobrar un poco de protagonismo, se ha decepcionado por no poder relucir y ha tomado esa decisión. Por otro lado, el señor Gustav Gamier no mataría por su propia mano y de enviar a un asesino a sueldo, el crimen se habría perpetrado de otra forma.

—Es una lástima, inspector, Grete es joven, no es muy guapa, pero con un hombre como Gamier tendría todo lo que una mujer de su clase podría desear. Es triste que la gente se deje llevar por sus impulsos.

—Bueno, Gilbert, vamos a rearmar el caso poniendo todas las piezas en su sitio para que no tengamos que meter a esa joven en la cárcel.

—Sí, inspector. Por cierto, ¿ya sabe que se descubrieron los motivos del suicidio de Georg Bendermann?

—No, Gilbert, ¿qué ha pasado?

—Nada, inspector. Todo muy banal. Según Franz K, todo fue por la presión del padre.

—Vaya, Gilbert. Este mundo parece irreal. La gente tiene procesos absurdos, unos se convierten en escarabajos y otros se vuelven locos en laberintos esperando su juicio.

                                                                                    J.C





8 comentarios:

María Gorodentseva dijo...

Hola, Juan Cristóbal. ¡No lo puedo creer! Te lo juro que también quería escribir de Metamorfosis. Mi idea era una historia de un detective, que investiga sobre un laboratirio clandestino que hace ensayos clínicos de algún preparato, y Gregor también es parte del experemento, porque quiere ganar más plata y mandar su hermana a conservatorio. Un día el detective encuentra las listas de los participantes y llama a todos a la polícia para hacer declaraciones, y todos llegan menos Gregor porque ya se convertió en un bicho :D Ni modo, ahora voy a pensar de otra cosa :)
¡Me gusto mucho tu historia! Parece que al morir Gregor cobró de nuevo su forma humana. Y también te salió muy chévere la última frase con las menciones de obras de Kafka, a lo mejor solo te falta también escribir allí algo de el Castillo :)

Juan Cristóbal E Hudtler dijo...

Hola, María, creo que tu idea es muy buena. Te aconsejo que la escribas, primero porque la trama es muy original y, segundo, porque ya me has intrigado y no voy a poder dormir pensando en esa historia.

H.G._curucuta dijo...

Hola, Juan Cristóbal. Parece que el inspector preferiría que no fuera culpable la hermana de Gregorio o que incluso siéndolo, esté dispuesto a ayudarle ;) Muy interesante tu historia. Gracias por compartirla.

Por cierto, me acordé de que hicimos algunos ejercicios metaliterarios para la tasca que teníamos en megusta (ya hace bastante tiempo) y que entonces yo elegí precisamente la historia de Gregorio para una de mis microficciones. Así que esta vez no te haría la competencia :))

Juan Cristóbal E Hudtler dijo...

Hola, María, me ha encantado tu cuento sobre Mumú, el desenlace es muy original. Gracias por compartirlo. Saludos

H.G._curucuta dijo...

Hola, María. A mí también me ha gustado mucho cómo has reescrito la historia de Turguéniev. Y aunque nos anticipas el desenlace en el título, en realidad la forma en la que lo presentas es muy interesante. Creo que tu texto está bien escrito y solo deberías prestar atención a algunos cosillas como el verbo traer en lugar de llevar o la coordinación de los pronombres de dativo con la persona a la que corresponden, en fin, detallitos ;)
Si me lo permites, quería comentarte que tradicionalmente al traducir la literatura de aquella época al español siempre se usó la colocación "trabajos forzados" (en lugar de kátorga) y se dejó la palabra "mujik" para hablar del siervo campesino; igualmente pienso que la palabra trabajadores está fuera de lugar, sería mejor algún otro sinónimo como empleados, criados, servidores e incluso siervos.
Felicidades por tu historia policíaca y gracias por compartirla.
Saludos

María Gorodentseva dijo...

Hola, Hilda. ¡Muchas gracias por tu comentario y por las correcciones! La verdad es que para mí fue un poco complicado traducir algunas palabras, ya que fijaba mucho en las palabras antiguas que aparecen en el cuento original, y ya que no me salián como quería decidí dejar kátorga y mujik, para dar un poquito de "ambiente" :D Pero tienes toda la razón; sí, "trabajadores" son siervos (no sé porque me dio inseguridad de usarla, pero ya que ahora veo que la escribiste, la voy a cambiar en el texto). Además en lugar de "damas de compañía", que en ruso se llaman de otra manera y tienen matiz de parasitos, quería usar la palabra "comensales" pero tampoco atreví :D

María Gorodentseva dijo...

¡Muchas gracias, Juan Cristóbal! También te agradezco por las correcciones. Saludos :)

H.G._curucuta dijo...

Hola, María. Creo que lo de "comensales" sí puede funcionar porque tenía precisamente ese significado para referirse a los parientes pobres que vivían a expensas de una persona rica (el parentesco podía ser bastante lejano o incluso no haberlo), aunque la RAE ahora lo marca como en desuso ;)
P.D. Por cierto, yo hablándote de la coordinación y se me fue "algunos cosillas". Es que primero pensaba poner errores :(

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