Escribir un cuento sobre dos personajes de escritores que hayan sido "enemigos" por algún motivo. Dichos personajes deben argumentar a favor o en contra sus creadores.
México, 1976
Una
noche, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez se pelearon en el Palacio de
Bellas Artes de la Ciudad de México. El peruano atacó al pobre escritor
colombiano con los puños y le dejó un ojo morado. Las causas de la pelea
permanecieron desconocidas para el público general. Después, muchos opinaban
que el motivo fue Patricia, la entonces esposa de Vargas Llosa. Algunos decían
que García Márquez la insultó, mientras que otros, por el contrario, afirmaban
que el colombiano la estaba convenciendo de no aguantar más peleas y de no
regresar con su famoso esposo tras una fuerte discusión. Pero lo que pasó,
pasó, y todo el mundo se enteró de su trifulca.
Esa
misma noche, la noticia llegó al departamento número 39 de la avenida N. en el
sur de la Ciudad de México. El viento la trajo. Al fin y al cabo, ¿quién mejor
que él para difundir los chismes? Entró por una ventana entreabierta y contó a
los libros, cuidadosamente colocados en la estantería, sobre la riña.
Al
escuchar la noticia, Pichulita Cuéllar, como si despertara de un letargo, empujó
con su lomo a su vecino, al libro de tapa blanda de “Cien Años de Soledad”, y
el libro cayó al suelo. Pichulita Cuéllar siempre había odiado a José Arcadio,
a ese arrogante, ese donjuán, ese garañón. Y ahora, cuando semejante escándalo
había estallado en el mundo literario, por fin había llegado el momento
perfecto para vengarse de todas las ofensas e injusticias. Además, no quería
quedarse atrás de su creador.
Embriagado
por la victoria tan rápida, Pichulita Cuéllar no se dio cuenta de que el
Coronel, veterano de la Guerra de los Mil Días, se le acercó y, reuniendo sus
últimas fuerzas, lo empujó de la estantería. Un golpe seguro y los “Cachorros”
también estaban en el suelo. Pero la batalla todavía estaba lejos de terminar,
y Jaguar con los demás “Perros” ya se acercaban al Coronel. Unos segundos más
y...
—Pero,
¿qué pasa aquí? —Vanessa, la dueña de la estantería, entró en la habitación y
miró con reproche a la gata, que dormía plácidamente en la alfombra—. ¿Te has
portado mal otra vez? ¡Qué descarada! ¡Hoy no te daré paté de camarón!
Vanessa
guardó rápidamente los libros en la estantería y corrió a la cocina, donde se
estaba preparando café.
El Jaguar
estaba a punto de asestarle el golpe final al Coronel, pero de repente oyó el
siseo furioso de la gata. Estaba muy enojada: debido a aquellas broncas, se
había quedado sin su merecido manjar. La gata arqueó el lomo y mostró los
colmillos blancos y afilados.
“Bueno, bueno... Algún día llegará la hora de la otra batalla, pensó el Jaguar con fastidio, pero por ahora, por ahora... una tregua”.
María
Muy apreciada señora Emma B, por medio de la presente le
comunico que estoy muy indignada por las críticas que ha hecho sobre mi
persona. Le recuerdo que, de alguna forma, somos de origen provinciano, sin
embargo, usted se ha dejado llevar por ilusiones fatuas que le acarrearán una
gran desgracia. No quiero decir que usted tenga la culpa, pues sabemos ambas
que usted es el juguete del señor Gustave F. Confieso que, en efecto, fui
engañada por mi padre y por el respetado Honoré, durante algunos años, pero
analizándolo bien, eso podría ser una forma de forjarme, pues al final era
necesario que llegara con un carácter bien definido para heredar la fortuna paterna.
Espero que recapacite, que cambie su opinión y me ofrezca las disculpas que
merezco.
Suya, Eugenia G.
**
Pero, ¿quién demonios es usted para indicarme lo que debo o
no decir? ¡Cómo se atreve a llamarme provinciana! Le recuerdo que, aunque yo
vivía en una población pequeña, mi padre contaba con bastantes recursos para
darme una vida de abundancia y holgura, en cambio usted siempre vivió con
privaciones, además de ser engañada por su propio padre. La vida tan austera
que ha llevado siempre la ha convertido en una sirvienta rica. ¡No me la imagino
eligiendo mobiliario para una casa decente, o un simple vestido para ir a una
reunión de la clase alta!!Dios mío!!Seguro que sería el hazmerreír de las
fiestas! Y, como no es digno de una dama de mi clase mezclarse con la chusma,
le pido que no me escriba más.
Emma B.
**
Señora Emma,
no me ha gustado el tono de su carta y le pido que se controle. Si hago el
esfuerzo de comunicarme con usted, es porque me da lástima que haya caído en
una situación tan absurda y que no se dé cuenta de las consecuencias que le
podría acarrear ese descabellado tren de vida que lleva. Ha llegado a mis oídos
la noticia de que el señor Lehureux solo busca la forma de que crezca su deuda,
¿cuánto le debe ya?!Tenga cuidado!!Ese hombre la puede hundir con sus
adulaciones! Y, otra cosa importante, su romance con León es una estupidez, el
solo quiere poseerla y le calienta la cabeza con esas notitas románticas a las
cuales usted no se puede resistir. ¡Madure ya!!Deje de vivir en su mundito
imaginario de lujos y placeres! La vida es esfuerzo y su pobre Charles no
aguantará mucho…
Eugenia G
**
Señora Eugenia, se ha pasado usted de idiota. No tiene ningún
derecho a juzgarme, ni darme recomendaciones sobre lo que debo hacer en mi
vida. ¿Ha leído alguna vez libros? !Ja,ja,ja!!Seguro que no sabe ni
leer!!Seguro que no sabe quien es Teófilo Gautier o Alfred de Musset! No es la
miel para el asno…y aunque los conociera, seguro que no podría sentir lo que
transmiten sus bellas palabras. Es usted una mujer de paja, leche de cabras y
estiércol. ¡Que va a saber del amor!!Oh, perdóneme si he sido demasiado sincera
con usted! Le ruego que no se tome la molestia de escribirme más. Gracias.
P.D. Me ha dicho un pajarito que es usted parte de la
colección de la Comedia humana del señor loco ese Balzac…
Emma B.
**
Señora Emma, no me ha revelado nada, sé perfectamente quién
soy. Formo parte de un arquetipo social, soy una especie de prototipo de las
mujeres de nuestra época. Como yo, hay cientos de mujeres, en cambio usted si
que es única, porque, si me perdona el atrevimiento, la estupidez femenina
tiene sus parámetros bien definidos. ¿Sabe? He oído, por ahí, que siempre se
habla de usted como si fuera una innovadora, una mujer que se adelantó a su
época, que defendía los derechos de la mujer y que impresionó tanto a algunos
escritores con su libertinaje sexual que hasta se atrevieron a decir: “Todos
somos Madame Bovary”. Creo que si el abusar de la confianza de un marido, engañándolo
porque se dedica a cumplirle a usted sus caprichos, además de ser mala madre y
mujer pretenciosa, se pueden considerar rasgos atractivos, entonces nuestro
mundo está al revés.
Eugenia G.
**
¡Envidia!!Envidia! Eso es lo que la corroe, señorita
campesina. Si supiera de los placeres de la vida, reconocería que no tiene
precio la felicidad. A usted nadie la ha amado y su primo Charles, que la ha
impresionado tanto, no es más que un mequetrefe. Si viera a león o a Rodolfo se
quedaría con la boca abierta. Sí, lo confieso, me han poseído los dos y en sus
brazos me he sentido la mujer más afortunada del mundo, pero ¿De qué le estoy
hablando? Dedíquese a sus animales en su granja y ahorre, sea como su padre,
guarde todo para alguien que si lo sepa gastar. ¡Que lástima me da usted!
Emma B.
**
Señora Emma, tal vez usted crea que rodearse de lujos a
costa del esfuerzo de su marido es algo digno de apreciar, pero le prevengo.
Tal vez, su esposo pierda la salud y el empuje o el interés por usted, sobre
todo cuando se entere de que le es infiel. Además, me apuesto lo que quiera a
que su adorado y muy sofisticado Rodolfo es un vividor. Sí, ya sé que me va a
decir que tiene un castillo, que se escapará con usted y vivirán un romance
jamás visto, pero la ha engañado. Ese hombre puede tener a la mujer que quiera
y, a pesar de que usted es joven, habrá otras mujeres más atractivas para él.
Se ha dejado usted engañar con promesas y caricias falsas. Tenga cuidado porque
si eleva mucho el vuelo, la caída podría ser mortal. Después no diga que no le
avisé.
Eugenia G.
**
¡Maldita!!Es usted ave de mal agüero! No sé por qué me tomé
la molestia de escribirle. Me ha arruinado la vida. !La odio!!No vuelva a dirigirme
la palabra jamás!!Que quede en su conciencia esta desgracia!¡De todo lo que
pueda pasar, la condeno a usted!!Púdrase en el infierno!
Emma.
JC
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