sábado, 28 de junio de 2025

Reto 8

 


Escribir un cuento sobre dos personajes de escritores que hayan sido "enemigos" por algún motivo. Dichos personajes deben argumentar a favor o en contra sus creadores. 
Los escritores pueden ser, tales como: Lope de Vega y Cervantes, Jean Paul Sartre y Camus, Hemingway y Faulkner, Mishima y Kawabata, etc..

El género es libre.

Límite de palabras: 1000
Fecha límite de entrega: 22 de julio.
!Manos a la obra! !El mundo necesita tus palabras!

Envía tu cuento a:

cristobaleh@hotmail.com






México, 1976

 

            Una noche, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez se pelearon en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México. El peruano atacó al pobre escritor colombiano con los puños y le dejó un ojo morado. Las causas de la pelea permanecieron desconocidas para el público general. Después, muchos opinaban que el motivo fue Patricia, la entonces esposa de Vargas Llosa. Algunos decían que García Márquez la insultó, mientras que otros, por el contrario, afirmaban que el colombiano la estaba convenciendo de no aguantar más peleas y de no regresar con su famoso esposo tras una fuerte discusión. Pero lo que pasó, pasó, y todo el mundo se enteró de su trifulca.

            Esa misma noche, la noticia llegó al departamento número 39 de la avenida N. en el sur de la Ciudad de México. El viento la trajo. Al fin y al cabo, ¿quién mejor que él para difundir los chismes? Entró por una ventana entreabierta y contó a los libros, cuidadosamente colocados en la estantería, sobre la riña.

            Al escuchar la noticia, Pichulita Cuéllar, como si despertara de un letargo, empujó con su lomo a su vecino, al libro de tapa blanda de “Cien Años de Soledad”, y el libro cayó al suelo. Pichulita Cuéllar siempre había odiado a José Arcadio, a ese arrogante, ese donjuán, ese garañón. Y ahora, cuando semejante escándalo había estallado en el mundo literario, por fin había llegado el momento perfecto para vengarse de todas las ofensas e injusticias. Además, no quería quedarse atrás de su creador.

            Embriagado por la victoria tan rápida, Pichulita Cuéllar no se dio cuenta de que el Coronel, veterano de la Guerra de los Mil Días, se le acercó y, reuniendo sus últimas fuerzas, lo empujó de la estantería. Un golpe seguro y los “Cachorros” también estaban en el suelo. Pero la batalla todavía estaba lejos de terminar, y Jaguar con los demás “Perros” ya se acercaban al Coronel. Unos segundos más y...

            —Pero, ¿qué pasa aquí? —Vanessa, la dueña de la estantería, entró en la habitación y miró con reproche a la gata, que dormía plácidamente en la alfombra—. ¿Te has portado mal otra vez? ¡Qué descarada! ¡Hoy no te daré paté de camarón!

            Vanessa guardó rápidamente los libros en la estantería y corrió a la cocina, donde se estaba preparando café.

El Jaguar estaba a punto de asestarle el golpe final al Coronel, pero de repente oyó el siseo furioso de la gata. Estaba muy enojada: debido a aquellas broncas, se había quedado sin su merecido manjar. La gata arqueó el lomo y mostró los colmillos blancos y afilados.

“Bueno, bueno... Algún día llegará la hora de la otra batalla, pensó el Jaguar con fastidio, pero por ahora, por ahora... una tregua”. 

                                                                                María



Conversación epistolar

Muy apreciada señora Emma B, por medio de la presente le comunico que estoy muy indignada por las críticas que ha hecho sobre mi persona. Le recuerdo que, de alguna forma, somos de origen provinciano, sin embargo, usted se ha dejado llevar por ilusiones fatuas que le acarrearán una gran desgracia. No quiero decir que usted tenga la culpa, pues sabemos ambas que usted es el juguete del señor Gustave F. Confieso que, en efecto, fui engañada por mi padre y por el respetado Honoré, durante algunos años, pero analizándolo bien, eso podría ser una forma de forjarme, pues al final era necesario que llegara con un carácter bien definido para heredar la fortuna paterna. Espero que recapacite, que cambie su opinión y me ofrezca las disculpas que merezco.

Suya, Eugenia G.

                                                        **

Pero, ¿quién demonios es usted para indicarme lo que debo o no decir? ¡Cómo se atreve a llamarme provinciana! Le recuerdo que, aunque yo vivía en una población pequeña, mi padre contaba con bastantes recursos para darme una vida de abundancia y holgura, en cambio usted siempre vivió con privaciones, además de ser engañada por su propio padre. La vida tan austera que ha llevado siempre la ha convertido en una sirvienta rica. ¡No me la imagino eligiendo mobiliario para una casa decente, o un simple vestido para ir a una reunión de la clase alta!!Dios mío!!Seguro que sería el hazmerreír de las fiestas! Y, como no es digno de una dama de mi clase mezclarse con la chusma, le pido que no me escriba más.

Emma B.

                                                     **

Señora Emma, no me ha gustado el tono de su carta y le pido que se controle. Si hago el esfuerzo de comunicarme con usted, es porque me da lástima que haya caído en una situación tan absurda y que no se dé cuenta de las consecuencias que le podría acarrear ese descabellado tren de vida que lleva. Ha llegado a mis oídos la noticia de que el señor Lehureux solo busca la forma de que crezca su deuda, ¿cuánto le debe ya?!Tenga cuidado!!Ese hombre la puede hundir con sus adulaciones! Y, otra cosa importante, su romance con León es una estupidez, el solo quiere poseerla y le calienta la cabeza con esas notitas románticas a las cuales usted no se puede resistir. ¡Madure ya!!Deje de vivir en su mundito imaginario de lujos y placeres! La vida es esfuerzo y su pobre Charles no aguantará mucho…

Eugenia G

                                                     **

Señora Eugenia, se ha pasado usted de idiota. No tiene ningún derecho a juzgarme, ni darme recomendaciones sobre lo que debo hacer en mi vida. ¿Ha leído alguna vez libros? !Ja,ja,ja!!Seguro que no sabe ni leer!!Seguro que no sabe quien es Teófilo Gautier o Alfred de Musset! No es la miel para el asno…y aunque los conociera, seguro que no podría sentir lo que transmiten sus bellas palabras. Es usted una mujer de paja, leche de cabras y estiércol. ¡Que va a saber del amor!!Oh, perdóneme si he sido demasiado sincera con usted! Le ruego que no se tome la molestia de escribirme más. Gracias.

P.D. Me ha dicho un pajarito que es usted parte de la colección de la Comedia humana del señor loco ese Balzac…

Emma B.

                                                     **

Señora Emma, no me ha revelado nada, sé perfectamente quién soy. Formo parte de un arquetipo social, soy una especie de prototipo de las mujeres de nuestra época. Como yo, hay cientos de mujeres, en cambio usted si que es única, porque, si me perdona el atrevimiento, la estupidez femenina tiene sus parámetros bien definidos. ¿Sabe? He oído, por ahí, que siempre se habla de usted como si fuera una innovadora, una mujer que se adelantó a su época, que defendía los derechos de la mujer y que impresionó tanto a algunos escritores con su libertinaje sexual que hasta se atrevieron a decir: “Todos somos Madame Bovary”. Creo que si el abusar de la confianza de un marido, engañándolo porque se dedica a cumplirle a usted sus caprichos, además de ser mala madre y mujer pretenciosa, se pueden considerar rasgos atractivos, entonces nuestro mundo está al revés.

Eugenia G.

                                                    **                                  

¡Envidia!!Envidia! Eso es lo que la corroe, señorita campesina. Si supiera de los placeres de la vida, reconocería que no tiene precio la felicidad. A usted nadie la ha amado y su primo Charles, que la ha impresionado tanto, no es más que un mequetrefe. Si viera a león o a Rodolfo se quedaría con la boca abierta. Sí, lo confieso, me han poseído los dos y en sus brazos me he sentido la mujer más afortunada del mundo, pero ¿De qué le estoy hablando? Dedíquese a sus animales en su granja y ahorre, sea como su padre, guarde todo para alguien que si lo sepa gastar. ¡Que lástima me da usted!

Emma B.

                                                       **

Señora Emma, tal vez usted crea que rodearse de lujos a costa del esfuerzo de su marido es algo digno de apreciar, pero le prevengo. Tal vez, su esposo pierda la salud y el empuje o el interés por usted, sobre todo cuando se entere de que le es infiel. Además, me apuesto lo que quiera a que su adorado y muy sofisticado Rodolfo es un vividor. Sí, ya sé que me va a decir que tiene un castillo, que se escapará con usted y vivirán un romance jamás visto, pero la ha engañado. Ese hombre puede tener a la mujer que quiera y, a pesar de que usted es joven, habrá otras mujeres más atractivas para él. Se ha dejado usted engañar con promesas y caricias falsas. Tenga cuidado porque si eleva mucho el vuelo, la caída podría ser mortal. Después no diga que no le avisé.

Eugenia G.

                                                      **

¡Maldita!!Es usted ave de mal agüero! No sé por qué me tomé la molestia de escribirle. Me ha arruinado la vida. !La odio!!No vuelva a dirigirme la palabra jamás!!Que quede en su conciencia esta desgracia!¡De todo lo que pueda pasar, la condeno a usted!!Púdrase en el infierno!

Emma.

                                                                                        JC



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