Escribir un cuento policiaco con la trama de alguna novela que no sea de ese género. Por ejemplo: Madame Bovary, Ana Karenina, etc.
Un final feliz
El
primero en percatarse de la desaparición de la vieja fue su hijo. El hombre
había llegado a Moscú desde San Petersburgo de vacaciones y se sorprendió mucho
de que su madre no lo hubiera recibido. Tampoco había nada preparado para su
llegada en la casa —la cama no estaba hecha, la cena no estaba servida— y
además la mujer no se encontraba por ningún lado.
Sin
haber descansado después del viaje, corrió a preguntarle a los sirvientes, pero
no sabían nada. Al hijo le parecía increíble que su madre, rodeada de tanta
servidumbre, pudiera desaparecer sin que nadie lo notara. Se indignaba, gritaba
y se enfurecía cada vez que preguntaba por ella, pero los trabajadores no le
dieron ninguna respuesta clara. Entonces dio la voz de alarma y acudió la
policía de inmediato.
Un
cuarto de hora después, un agente de policía, acompañado del hijo de la desaparecida,
se presentó en la casa gris de columnas blancas, entresuelo y balcón algo
torcido. Para entonces, toda la servidumbre se había reunido en el patio: eran
nada más y nada menos que veinte personas, y quizá hasta treinta. El hombre
corpulento, de bigote frondoso y ligeramente canoso, al ver la cantidad de
trabajo que le esperaba, se alisó con solemnidad su uniforme de tela azul
oscuro, carraspeó ruidosamente y empezó a indagar lo que había pasado. Lo hacía
de manera expresiva y con un sistema especial, interrogando a cada uno por
separado, sin embargo, aun así, no obtuvo nada útil de los sirvientes. Era como
si todos se hubieran confabulado: no habían visto nada, no sabían nada, no
podían decir nada.
—¡Así no
funcionan las cosas! —gritó furioso—. ¡Si no me dicen ahora mismo qué pasó
aquí, los mandaré a todos a la kátorga!
El hijo de la
dueña, poseído por la intranquilidad, cambiaba de un pie al otro cada segundo.
Los mujiks se mantenían con rostros abatidos, y las mujeres comenzaron a
lloriquear desagradablemente y a sonarse la nariz con estruendo.
—Les vuelvo a
preguntar, ¿cuándo fue la última vez que vieron a la señora? ¡Respóndanme
rápido, malditos!
Resultó que
desde la última vez había pasado mucho tiempo. Algunos la habían visto hacía
unos días, otros, hacía una semana. Los cocheros, costureras y carpinteros la
saludaron, según dicen, el martes pasado. Las cocineras y las camareras,
asustadas por la kátorga, empezaron a echarse la culpa unas a otras: resultó
que llevaban cuatro días sin cocinar para la señora ni llevarle té a sus
habitaciones.
—Y yo que
creía que le servía Man'ka, y yo que Nyurka —chillaron al unísono—. Ay, Dios
mío, ¡somos tantas! ¿Cómo se puede saber a quién le toca cocinar hoy y a quién traerle
la comida...?
Hasta las
damas de compañía, las fieles amigas de la señora, la asistieron por última vez
hacía tres días.
—No nos llamaba,
y nosotras tampoco íbamos —cloquearon, santiguándose sin parar—. Y nosotras
tranquilamente ocupadas en nuestras cositas... ¡Dios santo!
—¿Y quién
cuida la casa? ¿Quién es el mayordomo?
Gavrila se
acercó al policía y, con voz ofendida, incluso enfadada, como si lo hubieran
metido en este caso sin motivo, le contó al guardián del orden que había visto
a la señora el día anterior o hacía dos días.
—En realidad,
ayer fue mi merecido día libre y me pasé todo el día bebiendo vodka en la
taberna, así que no puedo decirlo con toda seguridad...
—¡Imbécil! ¡Y
te haces llamar mayordomo! —rugió el policía—. ¡Es increíble!...
—¡Es
indignante! —repitió el hijo de la dueña.
—¡A menudo le
duele la cabeza! ¡Jaritón le da algunas gotitas, y ella duerme todo el día!
¿Cómo iba a saber que esta vez todo sería diferente y que desaparecería?
—chilló Gavrila.
—¡No le he
dado nada! Ni siquiera la he visitado, hará cinco días como mínimo… —gritó el
galeno asustado.
—¿Y quién
vigila la casa por la noche?
—Guerásim,
Guerásim, es el portero Guerásim... —se oyó un murmullo.
La servidumbre
se apartó rápidamente y el agente de policía vio a un hombre de complexión
hercúlea sentado junto a un barril de agua; estaba pensando en algo sin
siquiera poner atención a lo que sucedía a su alrededor. Como todos los
sordomudos, Guerásim era extremadamente retraído y su mirada siempre estaba
vuelta hacia dentro, pero ahora, y esto era una novedad, su rostro parecía
sereno e incluso alegre. Parecía muy contento y hasta sonreía. Hacía mucho
tiempo que no lo veían así, probablemente desde aquel año en que cortejaba a Tatiana.
—¿De qué te
ríes? ¡Respóndeme rápido! ¿Qué pasó por la noche? ¿Vino alguien? ¿O quizás la
señora se fue sola? —gruñó el policía con voz furiosa.
Guerásim lo
miró con ojos desconcertados.
—¡Respóndeme!
¡Ya!
—Pero es... es
que... es sordo —Gavrila intervino en el interrogatorio—. Simplemente no lo
entiende.
El mayordomo
se acercó a Guerásim y le explicó con señas lo que le preguntaba el policía. Guerásim
puso cara de atención, “escuchó” a Gavrila con interés y luego negó con la
cabeza, como diciendo “no sé nada”, y volvió a sonreír.
—¡Maldito sea,
un demente!... —el policía retorció su bigote nerviosamente y luego informó al
hijo de la dueña que el asunto era serio y que debían llamar al comisario. El
hombre asintió y salieron corriendo a la calle.
Poco a poco,
la servidumbre se dispersó a por los rincones para comentar lo sucedido y chismear
entre ellos. Solo Guerásim permaneció en el patio. Seguía sentado cerca del
barril, sonriendo con satisfacción. Mumú yacía a sus pies. Mordisqueaba un
hueso con gusto, sujetándolo con cuidado entre sus patas delanteras. De vez en
cuando, miraba a Guerásim con cariño y gratitud, y se lamía los labios con
alegría. De lejos, podría parecer que el hueso que mordía Mumú se parecía mucho
a un dedo humano, pero como dicen en Rusia: cuando algo parece lo que sospechas,
hay que persignarse.
María
—¿Qué se sabe de
la familia del muerto, querido Gilbert? —preguntó el inspector cuando su
ayudante recibía unas notas del jefe de la policía, Gabriel Genere.
—Pues, que la
hermana del fallecido es una joven guapa que ha llegado a la mayoría de edad,
que la madre es ama de casa y el padre es un hombre desempleado que se la pasa
refunfuñando.
—Muy bien,
querido Gilbert, tendremos que ver si alguno de ellos tenía algún motivo para
deshacerse de este pobre hombre.
—Sí, inspector.
Según palabras del jefe de la policía, las últimas dos semanas acontecieron
cosas raras en la casa de los familiares de este hombre.
Cuando el
inspector y Gilbert llegaron a la modesta casa del finado, se asombraron de que
estuvieran tan relajados y que la madre mostrara una congoja falsa.
—¿Podría decirme
cuándo abandonó la casa su hijo, señora Gisele? —Preguntó Gerard Gire
—Sí, inspector.
Mi hijo desapareció hace tres días y medio.
—¿Cuándo lo vio
por última vez?
—La noche del
martes…No, creo que fue el miércoles por la mañana. Es que le hablé, llevaba
casi un mes encerrado en su habitación, ¿sabe? Y nos guiábamos por los ruidos de
insecto que emitía, sin embargo, no puedo asegurar que estuviera, ya que los
ruidos que oí no eran o no me parecieron de él.
El inspector se
volvió hacia Grete y le preguntó lo mismo. Ella dijo que tampoco había oído
ruidos en la habitación el miércoles por la mañana. El padre, muy reacio dijo
que el había dado por muerto a su hijo y que se alegraba de que ya no
representara una carga. “Suficientes problemas tengo ya buscando el sustento
para la familia como para ocuparme de ese zángano”.
El inspector
preguntó si alguien más había visto a Gregorio antes de su desaparición y la
respuesta fue que solo la asistenta, que iba a ayudar en las labores domésticas
los miércoles lo había oído.
La señora
Geneviéve era muy delgada y baja, pero conservaba su cuerpo fuerte, aunque era
bastante mayor, aparentaba menos años. Tenía un rostro severo y el pelo
abundante y blanco. Su voz era áspera y sus modales muy vulgares.
—Usted entró a su
habitación esa mañana, ¿verdad?
—Claro que entré,
¿cree acaso que ese pedazo de bicho me lo iba a impedir?
—Y ¿en qué condición
estaba?
—¡Encuerado como
siempre! ¡No se ponía más que los calzoncillos, el muy imbécil! Que estaba
harto, decía. Que la sociedad era corrupta y que jamás permitiría que su
hermana se casara con el señor Gustave Gamier.
—¿Quién es el
señor Gamier? — preguntó el inspector mirando a la familia.
—Es el jefe de
Gregorio…—dijo titubeando la madre.
—¿Ah, sí? Y… ¿Está
enamorado de su hija?
—Sí, señor
inspector. El mes pasado vino para pedirnos su mano, sin embargo…
—Sin embargo,
¿qué?
—Pues, que
Gregorio se opuso rotundamente. Dejó de ir a la oficina, rechazó el ascenso que
le ofrecieron y nos dejó en ridículo y en la vil pobreza. Le rogué, le imploré
que recapacitara, pero fue imposible y ahora, ahora ya ve.
—Bien señora,
gracias por la información. Creo que mi ayudante y yo debemos retirarnos para
hacer unas cuantas pesquisas. Volveremos cuando hayamos aclarado algo. Que
tengan un buen día.
Al salir el
inspector le preguntó a Gilbert si sospechaba de alguien.
—Creo, inspector,
que el padre está descartado porque, a pesar de ser refunfuñón es un perro que
ladra y no muerde. La madre no lo haría ni de broma. Tal vez, la señora Geneviéve,
pero es demasiado baja para haber asestado el golpe con la daga. Gregorio es
demasiado alto para ella, habría tenido que saltar para acuchillarlo y la
herida parece hecha de arriba abajo. Tuvo que ser una persona más alta. Tal vez
alguien como Grete.
—En efecto,
querido Gilbert, tiene un móvil. Ella seguramente es consciente de su situación
familiar, es posible que haya estado ensombrecida por su hermano toda la vida y,
al cobrar un poco de protagonismo, se ha decepcionado por no poder relucir y ha
tomado esa decisión. Por otro lado, el señor Gustav Gamier no mataría por su
propia mano y de enviar a un asesino a sueldo, el crimen se habría perpetrado
de otra forma.
—Es una lástima,
inspector, Grete es joven, no es muy guapa, pero con un hombre como Gamier
tendría todo lo que una mujer de su clase podría desear. Es triste que la gente
se deje llevar por sus impulsos.
—Bueno, Gilbert,
vamos a rearmar el caso poniendo todas las piezas en su sitio para que no
tengamos que meter a esa joven en la cárcel.
—Sí, inspector.
Por cierto, ¿ya sabe que se descubrieron los motivos del suicidio de Georg
Bendermann?
—No, Gilbert,
¿qué ha pasado?
—Nada, inspector.
Todo muy banal. Según Franz K, todo fue por la presión del padre.
—Vaya, Gilbert. Este
mundo parece irreal. La gente tiene procesos absurdos, unos se convierten en
escarabajos y otros se vuelven locos en laberintos esperando su juicio.
J.C
8 comentarios:
Hola, Juan Cristóbal. ¡No lo puedo creer! Te lo juro que también quería escribir de Metamorfosis. Mi idea era una historia de un detective, que investiga sobre un laboratirio clandestino que hace ensayos clínicos de algún preparato, y Gregor también es parte del experemento, porque quiere ganar más plata y mandar su hermana a conservatorio. Un día el detective encuentra las listas de los participantes y llama a todos a la polícia para hacer declaraciones, y todos llegan menos Gregor porque ya se convertió en un bicho :D Ni modo, ahora voy a pensar de otra cosa :)
¡Me gusto mucho tu historia! Parece que al morir Gregor cobró de nuevo su forma humana. Y también te salió muy chévere la última frase con las menciones de obras de Kafka, a lo mejor solo te falta también escribir allí algo de el Castillo :)
Hola, María, creo que tu idea es muy buena. Te aconsejo que la escribas, primero porque la trama es muy original y, segundo, porque ya me has intrigado y no voy a poder dormir pensando en esa historia.
Hola, Juan Cristóbal. Parece que el inspector preferiría que no fuera culpable la hermana de Gregorio o que incluso siéndolo, esté dispuesto a ayudarle ;) Muy interesante tu historia. Gracias por compartirla.
Por cierto, me acordé de que hicimos algunos ejercicios metaliterarios para la tasca que teníamos en megusta (ya hace bastante tiempo) y que entonces yo elegí precisamente la historia de Gregorio para una de mis microficciones. Así que esta vez no te haría la competencia :))
Hola, María, me ha encantado tu cuento sobre Mumú, el desenlace es muy original. Gracias por compartirlo. Saludos
Hola, María. A mí también me ha gustado mucho cómo has reescrito la historia de Turguéniev. Y aunque nos anticipas el desenlace en el título, en realidad la forma en la que lo presentas es muy interesante. Creo que tu texto está bien escrito y solo deberías prestar atención a algunos cosillas como el verbo traer en lugar de llevar o la coordinación de los pronombres de dativo con la persona a la que corresponden, en fin, detallitos ;)
Si me lo permites, quería comentarte que tradicionalmente al traducir la literatura de aquella época al español siempre se usó la colocación "trabajos forzados" (en lugar de kátorga) y se dejó la palabra "mujik" para hablar del siervo campesino; igualmente pienso que la palabra trabajadores está fuera de lugar, sería mejor algún otro sinónimo como empleados, criados, servidores e incluso siervos.
Felicidades por tu historia policíaca y gracias por compartirla.
Saludos
Hola, Hilda. ¡Muchas gracias por tu comentario y por las correcciones! La verdad es que para mí fue un poco complicado traducir algunas palabras, ya que fijaba mucho en las palabras antiguas que aparecen en el cuento original, y ya que no me salián como quería decidí dejar kátorga y mujik, para dar un poquito de "ambiente" :D Pero tienes toda la razón; sí, "trabajadores" son siervos (no sé porque me dio inseguridad de usarla, pero ya que ahora veo que la escribiste, la voy a cambiar en el texto). Además en lugar de "damas de compañía", que en ruso se llaman de otra manera y tienen matiz de parasitos, quería usar la palabra "comensales" pero tampoco atreví :D
¡Muchas gracias, Juan Cristóbal! También te agradezco por las correcciones. Saludos :)
Hola, María. Creo que lo de "comensales" sí puede funcionar porque tenía precisamente ese significado para referirse a los parientes pobres que vivían a expensas de una persona rica (el parentesco podía ser bastante lejano o incluso no haberlo), aunque la RAE ahora lo marca como en desuso ;)
P.D. Por cierto, yo hablándote de la coordinación y se me fue "algunos cosillas". Es que primero pensaba poner errores :(
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